El consumo de alcohol en la adolescencia es perjudicial en muchos sentidos. Las consecuencias peligrosas de beber alcohol por parte de menores incluyen lesiones fatales, suicidios, acoso, bajo rendimiento escolar, expulsión de la escuela y posiblemente daños permanentes en el cerebro en desarrollo. Incluyendo esto está plagado de un mayor riesgo de desarrollar trastornos alcohólicos en la edad adulta.
La ciencia conoce desde hace tiempo el polimorfismo de un solo nucleótido (SNP) en el gen OPRM1, lo que indica una tendencia al alcoholismo. Sin embargo, recientemente se ha demostrado que esta predisposición genética al alcoholismo está limitada por factores ambientales.
Un nuevo estudio realizado por científicos estadounidenses examinó la interacción entre el polimorfismo de un solo nucleótido (SNP) en el gen OPRM1 y el riesgo de desarrollar trastornos alcohólicos en adolescentes, prestando especial atención a cómo la crianza apropiada puede afectar este riesgo.
Con la ayuda de folletos y puestos de información ubicados en lugares de descanso y en las escuelas, los investigadores reclutaron a un grupo de 104 adolescentes de ascendencia europea, tanto niños como niñas, de entre 12 y 19 años. Se pidió a todos los participantes que enviaran muestras de ADN para análisis genéticos. Además, para establecer un posible diagnóstico de trastornos por alcoholismo e identificar medidas de control parental, se les pidió que respondieran una serie de preguntas.
La principal conclusión que los científicos han hecho es que, si bien la genética juega un papel en el desarrollo del alcoholismo entre los adolescentes, los factores ambientales pueden reducir significativamente esta predisposición.
En este sentido, los científicos instan a los padres a prestar más atención al paradero de sus hijos, limitar su comunicación con sus compañeros de comportamiento anormal y también hablar abierta y constantemente con ellos sobre los riesgos específicos de la dependencia del alcohol, lo que ayudará a erradicar un posible problema.
